http://www.lasprovincias.es/v/20100907/ ... 00907.html
Sociedad
Una banda roba a las parejas que practican sexo en la playa de la Malvarrosa
Los ladrones se sitúan junto al paseo marítimo y cometen los hurtos de noche cuando los jóvenes se bañan o se acuestan en la arena
07.09.10 - 00:47 -
TONI BLASCO | VALENCIA.
Calor, sol, playa, sexo y robos. Los rateros que actúan en las playas de la Malvarrosa y Las Arenas no han faltado este verano a su cita con el sexo nocturno. Los ladrones se sitúan en el paseo marítimo, a veces se confunden entre los 'manteros', y acechan a las parejas que se adentran en la playa para robarles sus pertenencias. Algunas de las víctimas sufren los hurtos en el preciso instante que mantienen relaciones sexuales.
Al igual que el año pasado, los ladrones que cometen estos robos son miembros de una banda magrebí. Forman pequeños grupos y charlan entre ellos para pasar desapercibidos, pero no pierden detalle de lo que sucede a su alrededor. Están atentos. Vigilan.
Su aparente distracción se ve interrumpida cuando una pareja joven se acerca a la arena, se descalza y se adentra en la playa. Los rateros se suelen colocar cerca de las terrazas de verano. Un lugar privilegiado para ver sin ser visto. Y es que las parejas que salen de los locales de ocio se encuentran en una zona bien iluminada, mientras que los ladrones acechan desde puntos oscuros de la playa.
Desde el primer momento que las parejas pisan la arena se convierten en víctimas de la banda. De forma casi inconsciente cada uno de los integrantes del grupo asume su papel. No les hace falta hablar. Simplemente actúan. Dos inician un discreto seguimiento de su objetivo a una distancia prudencial, mientras que el tercer individuo se queda en el paseo para vigilar.
Los chicos que son objetivo de los ladrones se desnudan para bañarse o se tumban en la arena para dar rienda suelta a su pasión. Cuando los jóvenes aumentan los arrumacos en un lugar que parecía discreto y la relación de pareja se hace más intensa, el ratero se aprovecha de la situación de fogosidad para cometer el hurto.
Es el momento en el que uno de los curtidos ladrones repta hasta la ropa y se apodera de la cartera o el bolso. Luego, con el botín en su poder, se aleja con el mismo sigilo que se aproximó y se une a uno de sus compinches para entregarle lo que acaba de sustraer.
Las víctimas pronto descubren el error de haber perdido de vista sus efectos personales. Una veintena de parejas han denunciado este verano este tipo de hurtos, según fuentes policiales. Otras, en cambio, sienten vergüenza y prefieren no pisar la comisaría.
Los fines de semana, los malhechores se sitúan en los aledaños de una discoteca. En el interior de la terraza de verano también son frecuentes sus andanzas delictivas.
Inma, Eva y María escogieron dicho local por su enclave para celebrar un cumpleaños. Fue entonces cuando una de ellas detectó a un sujeto que se había apoderado de su bolso en un descuido. «Gritamos y llegaron los de seguridad. Eran dos jóvenes árabes, y los vigilantes los sacaron del local y los llevaron al cuartel de Eugenia Viñes», dice María.
La tranquilidad con la que actúan estos rateros sorprende. En raras ocasiones se ponen violentos si son descubiertos. Ni siquiera huyen a la carrera, simplemente abandonan los objetos sustraídos y se van sin inmutarse. Saben que si no utilizan la violencia, la pena es menor y su detención, en el caso de que se produzca, sólo durará unas horas.
