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Mi historia o cita tuvo lugar hace unos meses, durante mi [vano] intento de desintoxicarme de este muladar.
Se me podrá oponer en cuanto vaya relatando el asunto que en realidad no corresponde al concepto estricto de citas locas, ya que éstas parecen implicar el correr a ciegas al encuentro de alguien a quien no se conoce, pero a medida que lo desentrañe verán como todo ello encaja en el perfil requerido. No viene mucho a cuento la carambola por la que se dio mi primer encuentro con la moza a quien me referiré, pero lo cierto es que en un momento dado me topo con la hermana menor de una antigua compañera de facultad a quienes no veía desde años atrás. Al reconocimiento mutuo con cierta dificultad, tras más de veinte años sin encontrarnos, siguió la típica puesta al día sobre idas, venidas y conocidos comunes. Indagué sobre su hermana, en el extranjero desde hace años y tras ello quedó pendiente otro rato para charlar, algo que podía tal vez parecerse a una cita pero que entonces no supe ver como tal, al fin y al cabo se trataba de que me pasase por su tienda durante algún rato muerto para echar un vistazo y poco más. Acudí al lugar, uno de esos comercios con pretensiones y nombre absurdo que ni quiero recordar y que se destinan a vender cosas inútiles a precio exorbitante a gilipollas semiociosos y bastante forrados. Curioseé por allí mientras ella atendía a unos clientes y al acabar no pude resistirme a pasear un rato a saca-al-tarado, así que comencé a emitir, como una ametralladora, una serie de sarcasmos bastante crueles acerca de su tienda, la pacotilla que vendía y su "target" de público. Me sentía en mi terreno pues pensé que con ello volvería a apocar a la cría que conocí muchos años atrás, cuando para impresionar a su hermana algo menos agraciada pero potable me dedicaba a burlarme de sus intentos de aproximación a "los mayores". Me mira de arriba hacia abajo, se dirige a la puerta, cierra, da la vuelta al cartel de abierto y cerrado y sin más trámite se me arrima hasta eliminar toda distancia entre ambos y me susurra "siempre me puso tu actitud de cínico y cabrón redomado". Bien, la cosa promete pensé; magreos, morreos, algún objeto que cae al suelo y se rompe (algún cretino que ya no picará) y pase a la trastienda, donde la cachonda se levanta la falda, se apoya sobre la mesa y bajándose las bragas me dice que le dé. Me acerco, saco la polla y sin encomendarme a nada me dispongo a clavársela en el coño ante lo que me dice que no, que por el culo. Uno es un caballero y no pone objeciones a los requerimientos de una dama, así que me dispongo a entrar por dicha puerta; como no es cuestión de tener un drama por mucho que se le pidan tales funciones uno aplica algo de cuidado, ante lo que llega mi primera sorpresa: "no, lo quiero fuerte", "¿fuerte?" sí, me dice, a la de tres hasta el fondo. Uno no es un titán en materia genital, no todos somos como Turbo, pero aún así es de suponer que el pene medio introducido a lo bruto debe de causar cierta dilatación brusca y dolor, como así pareció revelar el alarido de la interfecta aderezado al instante con solicitudes de dureza, brusquedad, desconsideración y otras hierbas. Complaciente el asunto, aunque admito que también me estaba causando cierto dolor tanta impulsividad. Bombeo un buen rato mientras íbamos desplazándonos de un lado a otro del despacho sin sacarla de aquel culo que la succionaba como una bomba de achique. Para un lado, para otro, tropezando con una cosa y con la de más allá; así se nos pasó otro rato y llegó el momento clásico del "quiero tu leche" y la pregunta del "¿dónde?". La respuesta que en la boca, algo que no me parece mal porque todo hipotético tropiezo de mierda no va a ser trasegado por mí y por tanto no me opongo, los caprichos son los caprichos. Mi polla sale de la cueva ligeramente embarrada y la tipa se la traga hasta el fondo, corrida al canto y degustación del peculiar mix de mierda, flujos y semen, allá ella me digo. Me retiro a un lado para reposar y aquí llega la gran sorpresa de la tarde: la tía se tumba en el parqué con las piernas temblando, casi dejándose caer, adopta una pose de abandono, con una sonrisa torcida e inquietante y mirada turbia, alternando unos hipidos similares al lloro y una risita siniestra para comenzar a cagarse y mientras gime con una mano recoge mierda de su culo y se la frota por el cuerpo mientras con la otra se acaricia el coño suavemente. Me quedé tan atónito y tan asqueado que no pude sino salir medio sigiloso y medio despavorido y desde entonces la evito como puedo porque ha intentado contactar conmigo en varias ocasiones y es superior a mí el recuerdo de aquella imagen. Así pues, y como conclusión, se puede perfectamente tener una cita loca con quien uno creía conocer y a quien apenas podía concebir como amante siquiera ocasional pues luego puede destaparse como lo que uno no podría ni imaginar. |
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A mi solo me ha pasado una cosa verdaderamente rara.
Hará 5 años o así me enrollé con una chica con la que teníamos amigos en común. Muy fácil todo y sin problemas. El día que nos liamos no follamos, así que tocaba quedar con ella otro día. El caso es que quedamos un par de veces más, una en un bar y la otra por el centro de barcelona. Era una chica muy agradable, y al tener amigos en común había conversación por un tubo sobre los cotilleos de tal y de cual, así que a mi me parecía cojonudo. Pese a todo, había un pequeño detalle del que me percaté al final de la segunda cita, y es que siempre llevaba un libro. Ni lo abría, ni lo leía, ni nada. Este libro sería la clave del futuro desastre. En la tercera cita (no, todavía no me la había follado) vi que el libro seguia estando presente, y me decidí a preguntarle el motivo. Nada me había preparado para lo que me esperaba. En ese momento me confesó que era epiléptica, y que el libro lo llebava a todas partes porque si le daba un ataque, a parte de proporcionarle la debida medicación, que alguien se lo metiera rápido en la boca para impedir que se mordiese la lengua. He de confesar que entre mi llanto interno, encontré una sensación así como que me estaba partiendo el orto. Me dijo que sentía mucha verguenza con todo este tema y todo el rollo, y que ya que me lo había confesado, que en el caso que le diera un telele fuera yo quien le metiera el libro en la boca. Cosas de chicas, que son unas románticas. Accedí a ser su bibliotecario bucal, ya que habiendo descartado cualquier tipo de relación seria con una enferma, quería ver hasta que punto se podía torcer esto, y de paso a ver si me la trincaba porque yo tenía los huevos como sandías y ella unos tetones como dos planetas. Pasamos el resto de la tarde sin ataques y con toda normalidad. Llegó la noche, los besos, las manos, el calentón, y cayó el polvo en el coche. Eso que acabamos, cuatro verbos mal puestos, y me dice que tiene que ir al "baño" (entre comillas porque era un apestoso descampado). Ella fuera del coche orinando como una fuente y yo me giro para pillar el móvil del asiento de atrás, y veo el puto libro. Me vuelve a la cabeza todo el tema de la epilepsia espumosa. Yo que me había fumado un porro destroyer, y el hecho de que había descargado la huevera hacía unos minutos, mi sentido del humor + cara de tonto estaban funcionando al 100%, pero dentro de mi ausencia parcial ví que ella se aproximaba hacia el coche por delante. Todo a oscuras. Mi mente enferma, la visión del libro, y el THC hicieron un cóctel mortal en mi ser. Antes de hacerlo ví una serie de consecuencias a mi próximo acto, todas terribles pero no pude resistirlo y le pegué como veinte fogonazos en todo el gepeto con las largas del coche, y la hija de puta cayó en redondo al suelo. A la puta mierda el libro y las pastis. Salí cagando leches del coche, la cogí, y a toda ostia bendita hacia el hospital que estaba cerca. Sangre, babas, espasmos de una peli de Alien, horror absoluto. Llegamos al hospi. Le dan las pastillas, la vacuna, el agua bendita o yo que coño se contra los stigmata y me dicen que vuelva de aqui un rato que por lo visto había bastante sangre en la boca y no era tan simple bla bla bla. Miedo aberrante aumentando por momentos. Sus padres. Mis padres. Historiaza para contar en el bar y risas siempre en mente. Me voy a hacer un café mientras espero. Vuelvo al cabo de una hora y justo entrar se me presenta la susodicha en la sala de espera. La boca llena de agodón que parecía Woody Allen en esa peli del futuro. Coge un papel y un lápiz y se pone a escribir. Me enseña el papel donde pone "El libro, imbécil. El libro", lo arruga, me lo tira en toda la cara y me hace señas de que me vaya a tomar por el culo y no vuelva jamás. Y que yo recuerde, más raro que esto no me ha pasado nada |
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¿Tenéis historias bizarras en citas?